10 de abril de 2012

Las Romerías a Rodanas

La Virgen de Rodanas es venerada en toda la vega del Jalón, si bien es en Épila y sus pueblos circundantes (Nigüella, Rueda de Jalón, Tabuenca, Lumpiaque, Calatorao, Salillas) donde la devoción está más arraigada. De hecho, esas siete localidades se identifican con las siete flores de lis que la imagen lleva en su manto.

Cada año se celebran romerías a su santuario siguiendo una tradición centenaria, en demanda de favores y en agradecimiento por las gracias recibidas, dada la popular fama milagrosa de que goza esta advocación.

Épila organiza dos romerías: la primera, el Domingo Quasimodo (el siguiente a la Semana Santa): a primera hora de la mañana, los romeros (cofrades de una hermandad propia) sacan de la iglesia parroquial la imagen de la Virgen del Rosario y la suben a hombros hasta el Santuario, situado a 16 kilómetros. Se celebra misa y se hacen comidas campestres, después de lo cual se realiza el recorrido de regreso portando nuevamente a hombros a la Virgen hasta Épila.

En ocasiones extraordinarias, motivadas por sequías o acontecimientos graves, se ha trasladado, en intercambio con la del Rosario, a la Virgen de Rodanas hasta la iglesia parroquial de Épila, donde se le ha honrado durante varios días antes de retornarla a su santuario.

La segunda romería tiene lugar cuarenta días después del Domingo de Quasimodo, para la fiesta de la Virgen de Rodanas, que siempre cae en un lunes de abril o mayo. El primer domingo de mayo organiza otra el pueblo de Salillas, y el sábado siguiente hay otra protagonizada por los vecinos de Rueda de Jalón. En ellas los romeros suben andando, celebran misa con los curas de toda la comarca y se aprovecha para pasar el día al aire libre, en entorno del Santuario, con comidas y meriendas campestres.

Finalmente, desde hace más de diez años, se organiza otra romería más a finales del mes de octubre, a la que acuden autoridades y el arzobispo de Zaragoza, en conmemoración del aniversario en que la imagen fue coronada canónicamente.

Se cuenta que a mediados del siglo XVI, durante las revueltas hugonotes en Francia, fue profanado un convento en Tolosa, donde se veneraba una imagen de la Virgen con el Niño. Anta la ofensa recibida, la Virgen desapareció de allí y vino a refugiarse al monte de Rodanas, donde la encontró, semienterrada, un pastorcillo que había ido a apacentar su rebaño. Era el año 1.546.

El pastor corrió a dar cuenta de su hallazgo a Épila, donde celebraron alegremente la buena nueva, construyendo a Nuestra Señora una ermita en el mismo monte donde había aparecido. Allí comenzó a ser objeto de la veneración popular, que la tenía como milagrosa, de forma que se le fueron entregando dádivas y ofrendas en abundancia. Se inició también la costumbre de peregrinar hasta el monte en romería el Domingo de Quasimodo.

La fama de la Virgen de Rodanas se expandió sobre todo a partir de un suceso acaecido en 1.671. Y fue que, siempre según la tradición, de un cántaro de barro que le había sido ofrecido por uno de sus devotos comenzó a manar aceite, del que se decía que tenía propiedades curativas. Hasta el año 1.700 estuvo manando aceite de aquel cántaro, en los que la devoción a la Virgen se consolidó en toda la comarca, y aun acudían devotos en peregrinación de toda España.

El lugar exacto donde se apareció la imagen está señalando con un peirón que contiene una reproducción de la Virgen, adornado con los escudos de los pueblos puestos bajo su protección.

Fuente: Turismo Valdejalón

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